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De Ruanda a la RDC: El peligroso recorrido de un niño refugiado

Miércoles.25 de julio de 2018 206 visitas Sin comentarios
Umoya. #TITRE

Constance Mutimukeye
Umoya

Con ocasión del día mundial de los refugiados, celebrado el miércoles 20 de junio de 2018, Jambonews ha entrado en contacto con Alphonse, un joven refugiado ruandés, que vive en Bruselas. Alphonse iba a cumplir 9 años en 1994 cuando abandonó el paraíso de Kigali para encontrase en el infierno de Kisangani. En esta conversación, Alphonse vuelve sobre el peligroso recorrido que efectuó entonces cuando no tenía más que 9 años. A través de su relato y de sus recuerdos infantiles, Alphonse nos permite comprender las condiciones de vida en los campos de refugiados ruandeses del este de la RDC de finales de los años 1990.

Primera huida: de Ruanda a la RDC

Alphonse proviene de una familia de tres hijos. En 1994, vivía en Kigali con su madre, su hermana y su hermano pequeño; su padre había fallecido. Cuando estalló la guerra en su barrio de Kigali, su familia y él huyeron hacia Kibuye, a casa de su abuela materna. Hicieron el trayecto en coche; su familia protegió su inocencia de manera que no realizó lo estaba pasando. “Estábamos en un coche y no estábamos autorizados a mirar por las ventanillas, para que no viéramos las atrocidades que sucedían. Los parientes hicieron todo lo posible para que no constatáramos con nuestros ojos las atrocidades”. Por eso, Alphonse no ha guardado un traumatismo particular con relación a la guerra y el genocidio perpetrado contra los tutsi en 1994.

Con el avance del FPR, que cometía exacciones contra la población civil a medida que avanzaba, la población se desplazó al este de Zaire, hoy República Democrática del Congo. Alphonse y su familia comenzaron por instalarse en un campo de refugiados en Bukavu. Aunque no era más que un niño, Alphonse guarda recuerdos precisos de este campo improvisado. Los refugiados no poseían todos los mismos medios; unos habían huido sin nada y otros estaban equipados. En el caso de Alphonse, ellos seguían teniendo su coche en Bukavu: “tuvimos la suerte de haber huido con algunos bienes”.

El ACNUR (Alto Comisionado para refugiados) terminó por dirigir a los refugiados hacia campo más apropiados. Los más conocidos en Bukavu eran: Inera 1 y 2; Kashusa, Adi Kivu, Shabarabe. Alphonse fue llevado al campo de Kashusha; ya había refugiados en él y poco a poco comenzó la instalación. El campo estaba subdividido en varias partes o barrios que tenían los nombres de las antiguas prefecturas de Ruanda: Kigali, Gitarama, Butare…Los refugiados quedaban a cargo del ACNUR y de otros organismos:

• Se distribuyeron tiendas, lo que permitió a los refugiados la construcción de chozas de plástico o casitas con retretes propios para cada familia.

• Se distribuyeron raciones alimenticias.

• Una parte de los refugiados se lanzó a crear pequeños proyectos (construcción, comercio, agricultura…)

• En el campo de Inera se construyó una escuela con la ayuda del ACNUR. Alphonse iba todos los días a esta escuela y nos habla algo sobre la misma: “La escuela estaba en el interior del campo, hecha por los refugiados y para los refugiados. Los maestros eran refugiados; estaba organizada con la ayuda del ACNUR y de otros organismos. Aprendíamos lenguas, matemáticas, historia y otras materias, como en Ruanda. Al mediodía, la comida era distribuida en la escuela. La diferencia con Ruanda era que las escuelas eran tiendas, nos sentábamos en el suelo, cada niño se las arreglaba para sentarse, algunos tenían una banqueta…)

En resumen, de la nada y en unos meses, los refugiados se habían dotado de un ritmo de vida. Alphonse vivía al día sin realizar lo que sucedía “a esa edad yo no podía comprender lo que estaba sucediendo, no tenía conciencia de vivir en un campo de refugiados, de haber abandonado Ruanda y de que la vida no era tan rosa”.

En el tema de la seguridad, Alphonse nos explica que estaba garantizada, “había fuerzas del orden enviadas por el gobierno de Zaire; recuerdo que en medio del campo había un espacio donde estaban las fuerzas del orden zaireñas; les llamábamos contingentes de seguridad, vestidos de naranja y garantizaban la seguridad en el campo. Estaban armados y circulaban para asegurar que todo iba bien. Había también un pequeño calabozo en el campo; podían coger a los malhechores y encerrarlos en él”.

Segunda huida: la primera guerra de la RD Congo

Cuando a finales de 1996 llegó la guerra a Kashusha, nos explica Alphonse que fue brutal y repentina. Una mañana, al ir a la escuela, encontraron el puesto de guardia vacío, los contingentes de seguridad no estaban; vieron cadáveres en el interior del puesto. No sabían quiénes los habían matado: “Nos marchamos del lugar camino de la escuela y de repente oímos disparos. Era muy violento, todo el mundo se puso a correr; yo, mi hermano pequeño y mi hermana regresamos a juntarnos con la familia; Nos organizamos y abandonamos inmediatamente el campo”.

Vieron una humareda en la otra punta del campo y se produjo un movimiento de pánico. Todo el mundo salió a la carrera. Los refugiados se desplazaron hacia el norte y tras una caminata de dos o tres días llegaron a Nyabibwe. En Nyabibwe vivían ruandeses instalados desde hacía mucho tiempo que ayudaron a los refugiados a instalarse provisionalmente y a descansar a la espera de que las cosas se calmaran.

Unos diez días después de su llegada, durante la noche, los refugiados oyeron de nuevo disparos. Nuevamente tuvieron que huir y emprendieron un trayecto montañoso. Subieron las montañas hasta llegar a Shangi. Alphonse recuerda que Shangi fue una tierra inhóspita para los refugiados. Caía mucha agua y rayos y muchas personas murieron fulminadas. En el caos provocado por la huida y las malas condiciones climáticas, Alphonse perdió todo rastro de su familia. Entonces se encontró solo, caminando en medio de la muchedumbre: “Yo tenía 11 años y tenía la impresión de que las cosas se envenenaban; sentía que se iban a agravar más de lo imaginable y tuve miedo. Fue en Shangi donde perdí a mi familia; no supe a dónde se marchó mi familia. Con 11 años, me encontré solo y caminé solo, durante varios meses. Caminé solo desde Shangi a Kisangani, situado a varios cientos de kilómetros más lejos, más al norte. Yo caminaba siguiendo a la muchedumbre sin saber a dónde iba y todo ello durante varios meses”.

Para Alphonse la supervivencia era cuestión del día a día: para alimentarse, se las tuvo que arreglar él solito; a veces podía contar con la ayuda de otros refugiados o pasar todo un día sin nada que comer. La solidaridad de los refugiados le marcó mucho; se prestaban las cacerolas y algunos le daban de comer o le tomaban a su cargo.

En el trayecto, había que contar con la suerte para no caer enfermo; los enfermos se quedaban en el camino para morir y el resto proseguía su camino. Alphonse nos cuenta que una vez le alcanzó la enfermedad: “Caí enfermo solamente una vez; creo que era malaria; tenía frío y náuseas; no podía caminar; no tomé medicina alguna; felizmente Dios me ayudó y la malaria desapareció ella sola”. Lo que le salvó fue que su enfermedad llegó en el momento en que el ritmo de la marcha era más lento, entre Shangi y Walikale, y pudo reemprender el trayecto tras su curación. “Los ataques llegaban por golpes y sucedía que la muchedumbre corría durante dos o tres días y después la situación se calmaba y la masa de gente moderaba la marcha para descansar”.

Durante el trayecto, Alphonse no se desanimó nunca; pensaba mucho en su familia y espera encontrarla; no pensó nunca en la muerte; no se sintió amenazado. “Yo quería encontrarme con ellos un día”.

Las condiciones de vida eran precarias; como manta Alphonse se servía de un chaquetón. Nos declara que se vistió con la misma ropa durante un año, de Kashusha a su regreso a Ruanda. “Llevé las mismas prendas de vestir durante un año, un pantalón corto azul, una camisa y una chaqueta; llevé la misma ropa hasta mi regreso a Ruanda”. Alphonse nos cuenta también que en esas condiciones los más vulnerables fueron los niños. Vio muchos cadáveres: “Había quienes morían por enfermedad o por fatiga; había quienes fallecían a causa de la lluvia; en periodo de lluvias podía llover durante una semana sin parar. Los más vulnerables fueron los niños de mi edad o más jóvenes. Fueron muchos los que murieron por cansancio y eso me producía mucho daño. Lo que hay que comprender es que nosotros no conocíamos el camino, de tal modo que podíamos caminar dando vueltas. Por consiguiente, he visto y conocido muchos niños muertos. Habiéndoles dejado en el camino, al volver al mismo sitio por haber dado un bucle, vi sus cadáveres en la cuneta”.

Sobre las otras condiciones de vida, Alphonse nos indica que los refugiados eran muy numerosos; recuerda también las diferentes etapas: Kashusha, Nyabibwe, Shangi, Wlikale, Tingi Tingi, Biaro, Kisangani. Como ejemplo, se pararon durante unos meses en Tingi Tingi. Por suerte se cruzó con su tía, la hermana pequeña de su madre, que estaba con su marido y su hija. Permanecieron juntos.

Las condiciones de vida en Tingi Tingi eran netamente más degradadas que las de Kashusha: “Era peor; las condiciones no eran las mismas; todo era improvisado; la gente cortaba árboles para hacerse con un lugar donde abrigarse y construir pequeñas chozas para los que tenían la suerte de tener todavía tiendas. Nos quedamos allá durante unos meses y ello permitió al ACNUR y a otras asociaciones llegar al terreno. Nos aportaron una ayuda; pudimos entonces acceder a medicamentos y a alimentos. Había una amplia carretera que había sido trazada para permitir aterrizar a pequeños aviones: me acuerdo de ello, había pequeños aviones que traían medicinas y alimentos”.

La salida de Tingi Tingu fue dolorosa; contrariamente a otras huidas, los refugiados habían sido advertidos de que el campo iba a ser atacado. Una parte se adelantó y salió. Para Alphonse y su familia ello no fue posible: su tía estaba enferma y no podía caminar. Estaba encamada en el pequeño dispensario del Tingi Tingi. Tras muchas vacilaciones su marido, el tío de Alphonse tuvo que resignarse a dejarla sola al llegar los asaltantes. Desde ese día, no han tenido nunca noticias de su tía. Camp de réfugiés de Tingi-Tingi

Las circunstancias de cada huida eran siempre las mismas; disparos, humaredas. Alphonse piensa que los militares que los perseguían permanecía unos momentos en cada lugar para limpiar: “Insistían en destruir todo, quemarlo todo; quemaban las chozas; quemaban las casitas; no nos perseguían corriendo, sino quemando”. Alphonse prosiguió la huida e hizo una etapa en Biaro, tristemente célebre por sus numerosas atrocidades cometidas contra los refugiados. Terminó por llegar a Kisangani donde se cruzó con un amigo de la familia que había hecho el mismo trayecto que él. Este amigo le ayudó y lo condujo a Save the Children, un organismo venido en ayuda de los niños abandonados. Save the Children se hizo cargo de él y lo repatrió a Ruanda.

Fuente: Rebelión