Carta de Xirinacs a un policía armado (1976) - Tortuga
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Carta de Xirinacs a un policía armado (1976)

Lunes.6 de junio de 2011 1100 visitas - 2 comentario(s)
Kaosenlared #TITRE

"Barcelona, 21 de marzo de 1976

En la calle Entenza, ante la Cárcel Modelo.

A un policía armado:

Me cuesta hablar contigo. Me han pedido que te escriba una carta y, sinceramente, me cuesta. Tu hablas siempre en castellano, yo en catalán. Te estoy escribiendo en catalán y esto me produce extrañeza.

Nunca había hablado en catalán a un policía. Parece absurdo. Y en realidad lo absurdo es que en mi país no haya policías de mi país. Os conozco bastante bien porque estuve ocho veces en comisaría, porque he hablado y me he relacionado con vosotros muchas veces con ocasión de reuniones, manifestaciones, encierros, etc. Porque con vosotros he viajado una vez desde Gerona a Zamora y desde Barcelona a Madrid.

Porque he mantenido largas conversaciones con vosotros en el Hospital Clínico, en el que me mantuvieron incomunicado unos días, hace ya cinco años. Muchas, muchas veces he entrado en contacto con vosotros, con vuestras porras, con vuestras atenciones, con vuestros empujones, con vuestros problemas familiares, con vuestros puntapiés, con vuestras preocupaciones íntimas. Os conozco bastante bien. Os he estado observando largamente desde la ventana enrejada de la cárcel de Carabanchel mientras día y noche montábais la guardia en las garitas de la muralla o cuando, de 9 de la mañana a 9 de la noche, metidos en el coche-patrulla vigilábais a los captaires de la pau que montan guardia, esperando la amnistía, ante la cárcel Modelo de Barcelona. Yo os conozco por muchas cosas más que alargarían demasiado esta carta. Me gusta conocer a las personas de cerca. Yo os amo profundamente. Hay gente que os tiene un odio concentrado, otros os tienen compasión, otros son amigos vuestros, otros son vuestros amos y os utilizan. Yo, por ahora, no tengo ningún policía amigo, pero os amo profundamente. Todavía no se ha inventado ningún Estado en el mundo sin policía. Es posible que algún día se consiga. Hoy no. Los policías son necesarios. Prestáis, pues, un servicio y esto hay que tenerlo presente.

Un día iba yo, detenido, en un coche-patrulla con un "gris" a cada lado, en el asiento trasero, estrechos, con el cabo y el chófer delante. El jefe manipulaba el radio-teléfono. Se oía la voz de Jefatura ordenando a otro coche-patrulla que acudiera a salvar a una viejecita intoxicada por un escape de gas en un piso de la calle Menéndez Pelayo.

- ¿Ve cómo los policías también hacemos cosas buenas?-me dijo el jefe. Yo no le contesté porque guardaba silencio como protesta por mi injusta detención. Pero era cierto. Los policías también hacen cosas buenas e, incluso, cosas heroicas.

Otro día, delante de mí, un policía como tú sacó la porra y, sin avisar, empezó a pegar a la gente que estaba conmigo. Yo le grité:

- ¡Eso está muy mal hecho!- Me contestó:

- Todo lo que hace la policía está muy mal hecho.

- No. La policía hace cosas buenas, pero eso está muy mal hecho.

Se marchó, sin pegar más.

La policía hace cosas mal hechas. Incluso, por desgracia, es necesaria. Mucha gente que odia a la policía, que la critica o que grita en las manifestaciones:"¡Disolución de los cuerpos represivos!" o "¡Policías asesinos!", quizá no piensa que, gracias a innumerables servicios de la policía, a menudo ignorados, quedan atendidas muchas necesidades que, de otro modo, producirían graves inconvenientes a la población. La policía ayuda en muchas necesidades, atiende a muchos accidentes, evita muchos accidentes. Esta és la razón de la existencia de la policía. Es un servicio al pueblo.

Pero los poderosos, escudados en este servicio, hacen servir a la policía para imponer a los débiles la ley del más fuerte. Es una operación trágica. Gente de pueblo, a menudo la más pobre, la más oprimida, es comprada con un atractivo sueldo de 25.000 pesetas al mes -¡Jamás habían visto tanto dinero junto!-para ir contra el pueblo, contra los compañeros, y en favor del opresor del pueblo, del opresor de los compañeros. Esto, si se hiciera con plena conciencia, tendría un nombre: Traición. Pero quien entra como policía debido a la miseria y a la ignorancia que padece no sabe lo que hace. Su traición al pueblo no es consciente. Y después, una vez dentro del Cuerpo, los superiores velan lo suficiente para llenarle la cabeza de ideas de odio contra los trabajadores, contra los estudiantes, contra los manifestantes, contra los partidos políticos del pueblo, contra el mismo pueblo.

La obra maestra de los poderosos es lograr enfrentar al pueblo contra el pueblo, mientras ellos se frotan las manos de satisfacción.

Yo amo profundamente a los policías, pero no tengo ningún policía amigo. Jesús mandó amar incluso a los enemigos. Yo considero a los policías enemigos del pueblo y, por lo tanto, enemigos míos. Quiero referirme a los policías de mi país. Son traidores al pueblo y, por lo tanto, enemigos. Muchos son traidores inconscientes; algunos, conscientes. Tarde o temprano os vais dando cuenta del papel que os toca hacer en este país. Un triste papel.

- Pero la iglesia también sirve en España a los poderosos.

- Una gran cantidad de sacerdotes y fieles nos hemos separado de este servicio y nos hemos pasado al servicio de los oprimidos. Vosotros, por eso, nos perseguís y nos odiáis. Yo he oído de vuestra boca en Jefatura:"¡ya verás tu que mal lo pasarás cuando se levante la veda de curas!". Creo que vosotros también habréis de dejar de servir a los poderosos.

- Yo debo mantener a una familia y usted no.

- Póngase a trabajar en otro oficio.

- No ganaríamos tanto dinero, porque no tenemos oficio.

- Otros obreros lo hacen y también tienen hijos.

Sí. Hacerse policía es una solución fácil; pero, en las actuales circunstancias, gravemente equivocada.

Quizás son pocos los compañeros tuyos que saben que son traidores al pueblo, pero inconscientemente sí que lo saben muchos. Se nota en vuestra mirada insegura. Se nota en el nerviosismo que tenéis cuando os veis obligados a detener a un inocente. Se nota cuando marcáis distancias con la policía secreta de la Brigada de Investigación Social. -"Ellos cobran mucho y trabajan poco, pero nosotros cobramos poco y trabajamos mucho y, además, nos tratan a patadas", me decía un policía armado que me vigilaba en una de las celdas fatídicas de Vía Layetana. Sabéis que soys traidores porque de otro modo no os atreviríais a pegar tan fuerte y tan a menudo a gente pacífica y desarmada. Estáis inconscientemente disgustados con vosotros mismos. La vida os ha metido en una ratonera. Os espanta la suerte que ha corrido la policía salazarista portuguesa. Os habíais acostumbrado a obedecer sin pensar, aún cuando aquello que os mandaban fuera algo monstruoso e inhumano. Habéis hecho cosas malas durante demasiado tiempo y ahora la gente ya no dice: "este policía es malo", sino que dice: "la policía es mala". Ahora os sentís como una fiera acorralada y llena de miedo. Os volvéis extraordinariamente agresivos y peligrosos. Ultimamente provocáis a la gente y la gente os provoca: el pueblo contra el pueblo, mientras los poderosos se frotan las manos. ¿No os dais cuenta de la trampa?

Sois del pueblo, sois unos servidores del pueblo. Tendríais que tener simpatía por las reivindicaciones populares, por los partidos y por las organizaciones sindicales populares, por los estudiantes preocupados por la situación de los oprimidos. Sois del pueblo y quizás venís de las zonas más oprimidas. ¿Por qué no os volvéis a poner al servicio del pueblo oprimido, haciendo todos los sacrificios que sean necesarios?

Antes de acabar esta carta, escrita de pie frente a la cárcel, interrumpida mil veces por multitud de personas del pueblo que se adhieren a mi petición de amnistía, te querría hacer una extraña confesión.

Me habéis pegado, me habéis detenido, me habéis insultado muchas veces. ¿Sabes qué pienso cuando estoy acurrucado en el suelo, con las manos en la cabeza para protegerla, mientras recibo la lluvia terrible de vuestros porrazos? Siento una profunda tristeza de que os veáis obligados a pegarme. Me sabe mal ser ocasión de que perdáis vuestra dignidad de hombres pegando a un compañero inocente e indefenso. Y me avergüenzo de la acumulación de ventajas que me ha librado de verme obligado a ser policía de este Régimen, mientras que vosotros, desprovistos de otras soluciones, oriundos de tierras explotadas por gente de mi tierra y de otras tierras, os veis forzados a hacer el triste papel que hacéis.

Yo, rico en posibilidades. Vosotros, caídos en la ratonera fatídica de destructores del auténtico privilegiado. La injusticia que a mí me ha hecho hombre de carrera os ha hecho a vosotros hombres de la porra. Y esta injusticia clama venganza. Cuando me pegas, policía, sin saberlo tú, se realiza un acto de justicia. Tú te liberas de una justa ira inconsciente golpeándome. Y yo me libero de una justa vergüenza de privilegiado recibiendo golpes.

Cuando llegue la sociedad que yo quiero, tú no me pegarás porque no me tendrás envidia,porque tú y yo tendremos igualdad de oportunidades ante la vida.

Aquél día nos podremos dar un fuerte abrazo.

Lluís Maria Xirinacs i Damians"

  • Es bonito y lírico el artículo, y desde luego muestra una buena voluntad enorme por parte de Xirinacs. Personaje que, por otra parte estuvo siempre lleno de contradicciones, como se aprecia perfectamente en esta carta, y en general siempre tuvo su punto ingenuo.

    Esa visión de que la policía tiene su lado bueno…

    Y esta frase no tiene desperdicio: “Nunca había hablado en catalán a un policía. Parece absurdo. Y en realidad lo absurdo es que en mi país no haya policías de mi país.” Pues nada, gracias entre otros al senador Xirinacs, ahí tenemos a los Mossos d’Esquadra, la policía más brutal e inmisericorde de Europa.

    • Carta de Xirinacs a un policía armado (1976)

      2 de septiembre de 2017 13:03, por francisco

      El artículo tiene su sello de intelectualismo crítico ante una determinada época de transición política. Estado,Iglesia,Familias Empresariales, Poderes Y Jefaturas Institucionales como la misma a la que resalta: La Policía Estatal frente a las demás clases sociales, es decir, frente al Pueblo que se levanta. Su experiencias vitales son el fundamento para la reflexión a ese policía que le escribe y al tiempo le enseña la verdadera ética de los principios rectores que debería ajustarse la misma institución Policial. A mí lo que me ha gustado han sido tales frases últimas que manifiesta al policía y a sí mismo: que pegarle con la porra es un acto de justicia, por ser válvula de escape y por ser un privilegiado.