Annual 1921: La incompetencia, prepotencia y corrupción de los militares llevan a la muerte a casi 20.000 reclutas españoles conscriptos - Tortuga
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Annual 1921: La incompetencia, prepotencia y corrupción de los militares llevan a la muerte a casi 20.000 reclutas españoles conscriptos

Lunes.5 de febrero de 2007 6915 visitas - 1 comentario(s)
Seguimos con la sección de “Grandes Cagadas de la Historia Militar” Con uds. el invitado de hoy: ¡el ejército español! #TITRE

ABAJO, enlaces a más cagadas de la historia militar


Para completar este repaso sobre la “gloria” militar española en África puede recordarse que el ejército español fue el primero en usar gas mostaza (armas químicas) sobre la población civil. Precisamente sucedió en el Rif.

No es que el ejército de nuestro país haya cambiado demasiado desde entonces. En pleno siglo XXI nos empeñamos en seguir invadiendo países por motivos económicos (véase Afganistán, Iraq...), tal como hacíamos en el siglo XX en el Norte de África. Parece que los políticos y militares españoles aún no han aprendido la lección de Annual: a los pueblos no les gusta que ningún país rico venga a invadirles y a robarles con el pretexto de que les traen la paz, la libertad o la "protección" (el Norte de Marruecos era un "protectorado" de España). Nota de Tortuga.


Tanto en la derrota de Isandhlwana como en la de Adowa el enemigo “autóctono” superaba en número a las tropas europeas en una proporción de entre cinco y diez a uno. (...) Pero el ejército español iba a sufrir en 1921, en Annual, una derrota en todo punto semejante a la sufrida por ingleses e italianos, pero esta vez las fuerzas enemigas no llegaban ni a una séptima parte de las suyas.

(...)

La derrota del ejército español en Annual fue el mayor desastre sufrido en siglos por una potencia europea a manos de un ejército “incivilizado”. Para España las pérdidas fueron enormes, ya no solo en prestigio, sino en vidas, material y territorio. Las cifras de bajas oscilan según la fuente, pero incluso las Cortes admitieron más de 13.000 muertos, aunque la cifra más probable sea la de 19.000, ya que los rifeños no hacían prisioneros. Las pérdidas en material incluyen 20.000 fusiles, 400 ametralladoras y 129 cañones; todas la inversiones en el norte de Marruecos -ferrocarriles, minas, equipamiento agrícola, escuelas, puestos militares, etcétera- se perdieron en cuestión de días.

(...)

Los hallazgos de la comisión de investigación del desastre presidida por el general Picasso revelaron el amplio alcance de la corrupción. Aunque no se podía acusar a todos los oficiales de incompetentes y corruptos, la mayoría eran ambas cosas. Durante 1920 once capitanes que habían actuado como tesoreros de su cuerpo de ejército habían abandonado el ejército para evitar la acusación de malversación; uno de ellos llegó a suicidarse. El dinero que las Cortes españolas habían destinado a la construcción de carreteras fue a parar a los bolsillos de los altos oficiales. Los oficiales inferiores habían robado todo cuanto habían podido en los almacenes del ejército para venderlo e incrementar así sus salarios. Los oficiales pasaban mucho tiempo lejos de sus tropa y los más veteranos o bien vivían en España o “jugaban y putañeaban” en Melilla. Los soldados y sus mujeres permutaban armas con los rifeños a cambio de fruta y verduras frescas.

(...)

El soldado español medio tenía pocos motivos para enorgullecerse de su profesión. Cobraba menos de una tercera parte de lo que cobraba un rifeño como peón caminero y se veía obligado a subsistir a base de café, judías, arroz y pan. NO es, pues, extraño que aprendiera a dar tan poco como recibía. Era diestro en evitar las tareas en el frente, en comer tabaco para aparentar que tenía ictericia o en contraer enfermedades venéreas a propósito. Aplicaba ortigas a pequeñas heridas para que se ulcerasen o se provocaba llagas ulcerosas en las piernas con monedas al rojo vivo. Si se considera tal desmoralización resulta más fácil entender el fracaso de Annual.

Los jefes que les tocaron en suerte eran deplorables. En Melilla se descubrió que muchos oficiales se habían escondido en las bodegas durante el ataque para aparecer después afirmando que habían sido hechos prisioneros. Otros oficiales escaparon en lugar de hacer frente a los rifeños y no se preocuparon por volver a sus posiciones. Un oficial al oir la alarma en Monte Arruit se apoderó del único coche que había y se fue a Melilla. Cuando se abrieron los almacenes militares de Melilla ante la magnitud de la emergencia resultó que en su interior no quedaba nada: todo había sido vendido a los contrabandistas.

(...)

Cadáveres en Monte Arruit. En torno a 8.000 soldados españoles murieron el 9 de agosto de 1921 en esta posición.

Muy pocas bases tenían médicos o equipamiento médico, (...) De los 50 camiones que se habían enviado a Melilla para resolver el problema de los transportes, en el Rif sólo se vieron 5. Los soldados de Annual tan solo disponían de 40 cartuchos cada uno y sólo había 600 proyectiles en total para los cañones. En una situación tal, ¿qué esperaban que hicieran los soldados rasos?

Para terminar quiero añadir algo más acerca de (Fernández) Silvestre, el general que desobedeció órdenes y atrajo el desastre sobre sí, sus soldados y su país. Desde luego era un hombre impulsivo, pero también es cierto que, al igual que Baratieri en Adowa, estaba sometido a presiones considerables, que en su caso procedían del Rey Alfonso (XIII), para que consiguiese “una victoria decisiva” (conquistar la bahía de Alhucemas coincidiendo con el cumpleaños del monarca). Al parecer la comisión Picasso descubrió una carta del rey a Silvestre en la que le instaba a avanzar hacia el interior del Rif: “Haz lo que te digo, y no hagas caso del ministro de la guerra, que es un imbécil”, le había escrito el rey.

Obtenido del libro de Geoffrey Regan “Historia de la Incompetencia Militar”


Entérate de cómo fue exactamente el desastre en este enlace


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  • Annual 1921

    5 de febrero de 2007 16:16

    Una lectura recomendable sobre la guerra de Marruecos y sus desastres es la novela «Imán», de Ramón J. Sender, donde describe las vicisitudes de un soldado del ejército español.

    Sender participó en esta guerra, así que sabía de lo que hablaba.